María Celeste Ponce, diputada nacional por La Libertad Avanza, ocupa una banca representando a Córdoba en la Honorable Cámara de Diputados desde diciembre de 2023. Empresaria y dirigente política, Ponce figura en su hoja de vida como estudiante de abogacía, aún sin completar la tesis de grado en Derecho, según registros profesionales.

Esa carencia de especialización jurídica formal —y en particular en Derecho del Trabajo— se vuelve relevante cuando la legisladora, muy proclive a emitir opiniones sobre reformas laborales y sobre la flamante modificación a la Ley de Contrato de Trabajo, lo hace sin credenciales académicas que avalen un conocimiento técnico profundo de la materia.

Mientras algunos diputados cuentan con doctorados, maestrías o años de práctica en tribunales laborales, Ponce se presenta como “dueña de una empresa de software” y abogada en proceso de finalización de estudios, sin evidencia pública de especialización en Derecho del Trabajo que fundamente sus críticas o propuestas sobre temas centrales de la agenda laboral.

Un bautismo en el río Jordán y un Congreso convertido en “ágora místico-política”

La diputada cobró notoriedad nacional el pasado junio cuando viajó a Medio Oriente para bautizarse en el río Jordán, acto que difundió ampliamente en sus redes sociales. Allí, entre declaraciones de renacimiento espiritual y consignas como “hoy morí para renacer en Cristo”, su mensaje transita más por lo místico que por lo legislativo.

En el video, Ponce, vestida con una túnica blanca ceremonial, relata que entregó su vida a Jesucristo mirando las aguas del histórico río, convirtiéndose a sí misma en un símbolo de conversión religiosa antes que en una referente del derecho o la política pública.

Es legítimo que un representante del pueblo profese una fe, pero el cruce de devoción religiosa con la función legislativa —especialmente cuando se abandona la jurisdicción del Congreso para predicar en un paisaje sagrado a miles de kilómetros— plantea preguntas sobre prioridades y profesionalismo.

Ironías parlamentarias: invocaciones celestiales y tareas terrenales

No faltan observadores que ironizan con la imagen de Ponce como una suerte de “apóstol parlamentario”, capaz de invocar a Dios para absolver pecados ajenos, pero sin demostrar una solvencia similar en debates estrictamente técnicos de Derecho Laboral. En otras palabras:

• Invoca a Jesús para purgar la corrupción del alma,

• pero no muestra experticia legal para discutir las complejidades de la reforma laboral, donde se deben proteger derechos fundamentales de los trabajadores.

Y eso ocurre mientras muchos legisladores —con especializaciones, maestrías y trayectoria profesional en Derecho del Trabajo— debaten con datos, teorías jurídicas y experiencias de tribunales. Para que no quede ambiguo: la fe personal no reemplaza la formación profesional.

Falsos profetas o legisladores sin mentor legal

Hay quienes, con ironía, sugieren que el Congreso argentino podría confundirse con un púlpito donde falsos profetas predican sobre trabajo, Dios y destinos ultraterrenos, en lugar de aportar análisis jurídico sólido sobre convenios colectivos, negociación laboral, indemnizaciones o seguridad social.

La reforma laboral, que modifica aspectos complejos del derecho del trabajo argentino, exige un manejo técnico que no se improvisa con citas bíblicas ni ceremonias de agua bendita. Es un terreno donde las opiniones personales carecen de peso jurídico si no están respaldadas por formación especializada.

María Celeste Ponce representa una figura híbrida: política mediática con proclamas espirituales, presencia en redes sociales y ceremonialismo religioso, pero con trayectoria jurídica incompleta y sin una especialización clara en Derecho Laboral. Eso no la inhabilita como legisladora, pero sí debería poner en perspectiva las expectativas sobre su rol en debates técnicos que requieren formación específica.

Mientras se espera la finalización de su tesis y una eventual profundización en la disciplina, el Congreso —y especialmente quienes debatimos políticas laborales— se queda con una imagen paradójica: una diputada que bautiza su alma en aguas sagradas, pero que aún no demuestra un bautismo de rigor profesional en las turbulentas aguas de la legislación laboral.