El mercado financiero celebró los resultados electorales y, con ellos, la continuidad del esquema de bandas cambiarias que impulsa el ministro de Hacienda, Luis “Toto” Caputo. Mientras el dólar cripto anticipaba el desenlace, los operadores entendieron que la “estabilidad” del tipo de cambio estaba asegurada. Pero la contracara es una economía real cada vez más paralizada y una recesión que se profundiza.
Según confirmó el propio Caputo, el Gobierno mantendrá el régimen de flotación administrada y se siente “cómodo” con el dólar en torno a los 1.500 pesos, nivel máximo de la franja superior. “El esquema sigue igual”, aseguró el funcionario, dejando claro que el plan no se moverá ni un milímetro.
Una calma financiera sostenida con dólares ajenos
En los dos meses previos a las elecciones, el Ejecutivo quemó más de 7.400 millones de dólares para frenar la presión cambiaria. Solo en octubre, el Tesoro estadounidense aportó unos 1.800 millones en respaldo al peso. Aun así, la moneda local se devaluó un 15% y las tasas de interés escalaron al 150%.
El esfuerzo oficial contuvo la corrida, pero a un costo enorme: la economía productiva está congelada. “Que haya menos conflicto político va a ayudar seguro”, intentó entusiasmar Caputo tras los comicios. Sin embargo, en el sector industrial y comercial la sensación es otra: el dólar barato se paga con más desempleo y cierre de fábricas.
Washington mete la cola
La política económica argentina sigue de cerca la agenda de Washington. El jefe del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, dejó en claro el motivo del apoyo: “Es mejor usar un canje de monedas que bombardear barcos cargados de drogas que vienen de Venezuela”, lanzó en una polémica comparación sobre el rol de Argentina como aliado regional.
La advertencia fue complementada por el propio Donald Trump, quien habría condicionado la ayuda a un triunfo libertario. La intervención externa no pasó inadvertida: la senadora demócrata Elizabeth Warren cuestionó al JP Morgan por “garantizar un rescate financiado con dinero de los contribuyentes” en favor de un gobierno extranjero mientras los estadounidenses “luchan por pagar el alquiler y los alimentos”.
Entre la recesión y la deuda
A pesar del alivio financiero momentáneo, los fundamentos no mejoran. Las reservas siguen cayendo y en enero vencen 4.500 millones de dólares. Caputo reiteró que no habrá cambios en el programa económico, que combina endeudamiento externo y ajuste interno.
La consecuencia inmediata es una economía frenada: tasas del 190% para adelantos, escasez de crédito productivo y un tejido industrial debilitado. Con 30 empresas cerrando por día y 450 empleos perdidos, el ajuste pega directo en el consumo y en la inversión.
Dólar, cepo o devaluación
El dilema es conocido: una devaluación descontrolada dispararía precios y pobreza; mantener el “dólar planchado” requiere más endeudamiento y pérdida de reservas. En el gabinete, algunos economistas no descartan el regreso del cepo como última herramienta para evitar una nueva corrida.
Mientras tanto, el costo de vida sube sin freno: los precios mayoristas treparon 3,9% en septiembre, la construcción 3,2% y las ventas minoristas pyme cayeron 4,2% interanual, según la CAME. A esto se suma un endeudamiento familiar récord: más de 11 millones de personas recurren a préstamos para llegar a fin de mes.
Industria en retroceso
La actividad económica cayó 0,1% en julio, según el EMAE, y las proyecciones privadas confirman un escenario de estancamiento prolongado. Un informe de la consultora Vectorial advierte que “los signos de deterioro no son coyunturales, sino estructurales”, producto de un programa que “prioriza la desinflación y la apertura importadora por encima del desarrollo productivo”.
Desde el Vaticano, el papa León XIV envió una carta a la Unión Industrial Argentina en la que llamó a “defender la industria como motor de desarrollo y empleo” y advirtió que “proteger a los trabajadores implica cuidar el entramado productivo que los sostiene”.
Mientras el Gobierno insiste en sostener el valor del dólar con ayuda externa, la economía real permanece en el freezer, con el changuito vacío y las máquinas apagadas. La pregunta ya no es si hay salida, sino cuánto tiempo más se podrá sostener esta ficción.













