El modelo económico que impulsa el presidente Javier Milei atraviesa un momento de tensión. A pesar de la aparente calma cambiaria y los datos de crecimiento económico en el primer trimestre, comenzaron a emerger señales de desequilibrios estructurales que ponen en duda la sostenibilidad del rumbo. La decisión del ministro de Economía, Luis Caputo, de sostener un dólar oficial estable a costa de una creciente toma de deuda externa ha generado una economía distorsionada, donde algunos sectores consumen con intensidad, mientras otros enfrentan un profundo deterioro del poder adquisitivo.

Una de las consecuencias más visibles de este tipo de cambio atrasado es el fuerte aumento del turismo emisivo. La reciente presencia de miles de argentinos en Miami, impulsada por el Mundial de Clubes y los vuelos directos a esa ciudad, dejó en evidencia un fenómeno curioso: mientras en Argentina una canasta básica para una familia cuesta más que un pasaje a Florida, en Estados Unidos se pueden adquirir productos de consumo masivo —desde ropa hasta alimentos— a precios notablemente más bajos que en Buenos Aires.

Este escenario se explica, en parte, por la política de mantener el dólar artificialmente bajo gracias a financiamiento externo. Sin embargo, esa estrategia tiene un costo creciente. En paralelo a la llegada de una misión del FMI que analizará los desvíos en las metas fiscales y de reservas, los analistas internacionales comienzan a mostrar reservas. El banco de inversión Morgan Stanley, por ejemplo, evitó mejorar la calificación crediticia del país, en contraste con otros países con menos apertura financiera pero mayor previsibilidad, como Jamaica.

Consumo segmentado y desigualdad creciente

Mientras una parte de la población aprovecha la ventana de dólar barato para viajar y comprar bienes durables, otra sufre el encarecimiento de productos básicos. Según un reciente informe de la consultora PXQ, liderada por Emmanuel Álvarez Agis, el consumo muestra dos velocidades claras: los rubros vinculados al esparcimiento y a la importación crecieron más de un 50% en el primer trimestre, mientras que el consumo de bienes esenciales retrocedió casi 4%.

La relación entre ingresos y precios también refleja esta dicotomía. Mientras que el salario medido en bienes durables mejoró —por ejemplo, comprar un departamento chico o un auto mediano es hoy relativamente más accesible que hace un año—, lo contrario ocurre con los productos de necesidad diaria como leche o combustibles. A su vez, el gasto en servicios públicos como electricidad, agua y gas pasó de representar el 23% del ingreso al 30% en apenas cinco meses.

Precios en dólares que no cierran

La comparación internacional tampoco favorece a la Argentina. El país se ha convertido en uno de los más caros del mundo en términos de precios en dólares. Productos como ropa, juguetes, electrónica y alimentos cuestan lo mismo o incluso más que en ciudades de Estados Unidos, donde el salario promedio quintuplica al argentino. Mientras que un pantalón deportivo puede encontrarse en Florida por 30 dólares, en Buenos Aires se paga más del doble. Una pizza familiar o una cerveza artesanal cuestan menos en un bar de Miami que en su equivalente porteño.

¿Crecimiento sin empleo?

A esta brecha en el consumo se suma otra preocupación: el aumento del desempleo. Aunque la economía creció un 6% en el primer trimestre, también se incrementó el número de personas sin trabajo. Este fenómeno, conocido como "Jobless Growth" o crecimiento sin generación de empleo, ya ha sido observado en países como India, donde el avance económico no se traduce en mejoras laborales para la mayoría. La explicación suele ser que los sectores que impulsan el crecimiento —finanzas, tecnología, en el caso de India; agro y energía, en el caso argentino— no son grandes generadores de empleo masivo.

El riesgo es evidente: un crecimiento que excluye, que concentra beneficios en pocos sectores y que descansa en un tipo de cambio ficticio sostenido por deuda. A corto plazo, el modelo puede mostrar datos alentadores, como inflación en baja o mejora del consumo importado. Pero a mediano y largo plazo, si no se corrigen las distorsiones, podría repetirse la historia reciente de la economía argentina: crisis por sobreendeudamiento y fuerte retroceso social.