

El fallecimiento del Papa Francisco generó una profunda conmoción en el movimiento obrero argentino. Líderes sindicales, trabajadores y trabajadoras de todo el país despidieron con pesar a quien consideraban mucho más que el Sumo Pontífice: un aliado firme en la defensa de los derechos laborales, la justicia social y la dignidad del trabajo.
Desde el inicio de su pontificado, Francisco mantuvo una relación cercana y sostenida con los sindicatos, a quienes reconocía como actores fundamentales en la construcción de sociedades más justas. “No hay sindicato sin trabajadores y no hay trabajadores libres sin sindicato”, solía afirmar, marcando con claridad su posición frente a los intentos de desprestigio o debilitamiento del movimiento sindical.
Un Papa con alma obrera
El Papa argentino mantuvo numerosos encuentros con representantes gremiales, tanto del país como del exterior. Uno de los más recordados fue el realizado en septiembre de 2024, cuando una comitiva de la Confederación General del Trabajo (CGT) lo visitó en el Vaticano. Allí, Francisco insistió en la necesidad de preservar la unidad sindical, promover la igualdad de género y reforzar el rol del trabajo como pilar de la dignidad humana.
“El trabajo es una experiencia primaria de ciudadanía”, dijo en otra oportunidad ante más de cinco mil delegados de la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), en diciembre de 2022. Y agregó: “Es en fábricas, talleres, obras de construcción y escuelas donde se teje la verdadera democracia. Desde abajo, desde la realidad”.
Sindicato: hacer justicia juntos
La mirada de Francisco sobre el sindicalismo siempre fue clara. En su encíclica Laudato si’, como también en discursos y cartas dirigidas a trabajadores de todo el mundo, dejó en evidencia que veía en los sindicatos no sólo una herramienta de defensa, sino una expresión de fraternidad y comunidad. En 2017, en una carta dirigida a movimientos sociales y sindicales, les advirtió sobre tres tentaciones: el individualismo colectivista, la corrupción y la ideología. Pero, al mismo tiempo, les pidió que no renuncien a su vocación de solidaridad.
“Sindicato es una palabra bella que proviene del griego dikein (hacer justicia), y syn (juntos)”, recordaba Francisco. Y rogaba: “Por favor, hagan justicia juntos, pero en solidaridad con todos los marginados”.
El Papa de los trabajadores
El Santo Padre fue, sin dudas, un referente espiritual que supo entender la dimensión social y política del trabajo. Su compromiso con los más humildes, su crítica al sistema económico excluyente y su defensa permanente de la dignidad humana lo convirtieron en una figura central no sólo para el mundo católico, sino también para los sectores populares y del trabajo organizado.
Hoy, al despedirlo, el sindicalismo argentino lo honra como uno de los suyos. Un guía espiritual, pero también un compañero de lucha. Su voz resonará por mucho tiempo en cada reclamo por justicia social y en cada defensa del trabajo como derecho y como destino compartido.
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