Moyano y su ART: el único lugar donde el accidente laboral y el apriete se resuelven en la misma parrilla
Actualidad Viernes 5 de Diciembre de 2025
El gremio negocia, presiona, bloquea, fija las reglas… y además vende la ART y los seguros a las mismas empresas con las que pelea. Un modelo de negocios tan absurdo que solo es posible donde la moral sindical salió del chat y la ética dejó de existir.
Si uno contara en otro país que un sindicato no solo negocia la paritaria, sino que además te vende la ART, te factura seguros, te asegura los camiones y controla la mutual, la constructora y hasta el club de fútbol, lo internan por delirio místico. Pero estamos en Argentina, donde las contradicciones no se niegan: se formalizan, se inscriben en la IGJ y se facturan con IVA.
El universo Moyano creó el primer ecosistema laboral autosustentable del mundo: el gremio te negocia, la obra social te atiende, la mutual te financia, la constructora te amplía el galpón, la ART te cubre el accidente y la familia te cobra por todo eso.
Un círculo virtuoso si el objetivo es que el dinero gire sin salir nunca del apellido.
La joya del esquema es Caminos Protegidos, una aseguradora y ART manejada por los mismos dirigentes que aprietan a las empresas del transporte.
El sindicato dice defender a los trabajadores.
La ART necesita bajar la siniestralidad.
La aseguradora vende pólizas a las mismas empresas que el gremio sanciona.
¿Conflicto de interés?
No: en Argentina se llama sinergia familiar.
La lógica es maravillosa:
Si el empleador se porta mal, paro.
Si se porta bien, póliza.
Si el trabajador se accidenta, la ART responde… o por ahí no, dependiendo del clima interno del clan.
Es la única ART del mundo capaz de generar un accidente laboral… y también de resolverlo entre primos.
La primera aseguradora con botón de paro incorporado.
En el directorio, los nombres se repiten como si fueran parte de un álbum de cumpleaños.
Hijos, hermanos, cuñados, históricos del gremio.
Todos haciendo fila para firmar actas, como si se tratara de una empresa familiar que vende miel casera y no riesgos del trabajo de miles de empleados.
La etapa futbolística, aquella del sponsor en Independiente, quedó como un capítulo pasado, casi un recuerdo turístico del holding.
Un antecedente colorido donde se probó con éxito el concepto de “autofinanciación por multiprocesos”: la empresa del sindicalista sponsoreando al club dirigido por el sindicalista a través de la aseguradora del sindicalista.
Innovación pura.
Silicon Valley en avenida Caseros.
Pero la verdadera cúpula del delirio está en la doble ventanilla:
En una, el gremio amenaza con paro.
En la otra, la ART ofrece tarifas.
Es como si el árbitro vendiera camisetas del equipo al que dirige.
O como si el juez operara una agencia de remates de bienes secuestrados.
O como si un ministro de Economía fuese dueño de una financiera.
Ah, no, cierto… mejor seguimos.
La moral sindical acá funciona como un tachito amarillo: se vacía una vez por mes y nadie sabe dónde va.
La ética, directamente, se fue a tomar un recreo.
Y la lógica… bueno, la lógica en este ecosistema es optativa.
El trabajador cree que el sindicato lo protege.
La empresa cree que la ART la cubre.
Y el Estado cree que regula.
Mientras tanto, la plata hace siempre el mismo recorrido: entra por la ventanilla del gremio, gira por la aseguradora, pasa por la mutual, roza la constructora y cae suavemente en los mismos bolsillos.
No es un sistema.
Es una coreografía.
Una danza circular donde no hay contradicción posible porque todas las partes son la misma persona.
En países serios, esto sería escándalo.
Acá, es formato de negocio.
Una Argentina donde el zorro no solo cuida el gallinero: lo asegura, lo administra, lo contrata y le factura por mes.
La ética salió del chat.
La moral se desconectó por inestabilidad del sistema.
Y el sentido común… bueno, ese nunca existió.













