El viernes pasado, el estudio del canal Vale Todo se convirtió en escenario de una muestra clara del patoterismo kirchnerista, cuando integrantes del equipo de Diego Brancatelli reaccionaron de manera violenta ante una simple broma realizada por un analista político.

El incidente ocurrió tras finalizar el programa Branca Stream 70/30, conducido por el ex panelista de Intratables, conocido por su militancia kirchnerista. Mientras el staff se retiraba del set, Fabio Fernández, columnista del programa siguiente (Nova Stream, conducido por Mario Casalongue), lanzó al aire un desodorante de ambientes mientras decía: “Acá hay mucha mierda kirchnerista”.

Lo que cualquier persona razonable podría interpretar como una provocación menor, propia del cruce de opiniones políticas, derivó en una reacción desmedida del equipo de Brancatelli. Según testigos, la co-conductora Luana Pascual –militante K y actriz conocida como “La Loba de González Catán”– comenzó a insultar a Fernández a los gritos, invitándolo a pelear, mientras otros colaboradores se sumaron con amenazas directas: “Salí a la calle si te animás”.

La situación escaló al punto de poner en riesgo la integridad del estudio y del equipamiento, en una escena que dejó en claro el modus operandi de cierto sector del kirchnerismo: intolerancia, violencia verbal y hostigamiento físico ante cualquier voz disidente. Cabe aclarar que, Fabio tiene problemas de salud y podría haber terminado peor.

Lejos de actuar como un conductor responsable, Brancatelli intentó minimizar la situación con sonrisas y frases tibias, pero no condenó la agresión ni frenó el accionar violento de su gente a tiempo. La tensión se extendió incluso a los invitados del programa siguiente, que terminaron enfrentados entre ellos, dejando en evidencia que la violencia política se contagia rápidamente cuando hay impunidad para quienes la promueven.

Este lamentable episodio no solo expone el nivel de agresividad del núcleo duro kirchnerista, sino que plantea un interrogante inquietante: ¿qué habría pasado si esto ocurría en un canal de TV tradicional, con público presente? La respuesta es obvia: un escándalo nacional.

En tiempos donde el debate democrático debería primar sobre la confrontación, lo que vimos en el streaming de Brancatelli es exactamente lo contrario: la política convertida en show patotero, con la violencia como bandera y la tolerancia brillando por su ausencia.