Mientras el equipo económico de Javier Milei insiste en instalar un tipo de cambio de referencia en torno a los $1000 por dólar, los grandes jugadores del poder económico argentino operan ya con valores mucho más altos. En reuniones recientes de los sectores alimenticio y agroindustrial, empresarios coincidieron en que los precios, costos y decisiones comerciales se están calculando con una divisa entre $1300 y $1400, anticipando que ese será el verdadero valor del dólar en el corto plazo.

Este desfasaje entre el dólar “oficial” proyectado por el Ejecutivo y el “real” que utilizan empresas y productores quedó expuesto tanto en la tensión inflacionaria posterior a la devaluación, como en la retención de granos por parte del campo. A pesar del relato oficial, los datos y movimientos del mercado reflejan que nadie cree en el “dólar Milei”.

En un encuentro de la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal), ejecutivos de empresas como Coca Cola, Unilever y fabricantes de aceites, panificados y bebidas dejaron en claro que sus listas de precios se ajustan en función de una expectativa de dólar mucho más alta. Algunos incluso reconocieron que, en tiempos de crawling peg, aplicaban sobrecostos por encima del ajuste oficial, en previsión de un retraso cambiario.

Una dinámica similar se repite en el agro. En otra reunión sectorial, dirigentes rurales admitieron que no piensan liquidar granos mientras no se actualice el tipo de cambio o se reduzcan las retenciones. En los chats privados del campo, referentes del macrismo agrario como Santiago del Solar o Pablo Torello alientan a esperar. Según cálculos del propio sector, hay al menos 18 mil millones de dólares en soja almacenada, 14 mil de los cuales seguirán sin venderse hasta que cambie el escenario.

Ante esta reticencia del sector primario, el Gobierno envió emisarios a Rosario en un intento por calmar las aguas. Los economistas cercanos al ministro Luis Caputo —Federico Furiase, Martín Vauthier y Felipe Núñez— participaron del primer remate de soja del año en la Bolsa de Comercio. Allí reiteraron que el plan económico no contempla una nueva devaluación y que se apunta a una apreciación cambiaria como pilar del programa antiinflacionario.

Pero el mensaje no convenció a nadie. Los representantes de la Mesa de Enlace escucharon en silencio mientras les aseguraban que las retenciones podrían bajar “si alguna vez se puede” y que “el dólar va a seguir bajando”, en clara contradicción con lo que ya muestra el mercado financiero. De hecho, el dólar financiero —que hasta hace poco rondaba los $1400— se estabilizó cerca de los $1200 tras la salida del cepo, pero nadie vende ni produce a ese precio.

Por otra parte, los datos del INDEC confirman el desajuste cambiario: la balanza turística mostró un crecimiento del 100% en viajes al exterior, y una caída del 20% en visitantes extranjeros. Todo esto, incluso antes del levantamiento del cepo, indica que para muchos argentinos ya era “barato” viajar con un dólar a $1400. Mientras tanto, los alimentos en el país están más caros en dólares que en muchas economías desarrolladas.

Con este panorama, el intento del Gobierno por sostener un tipo de cambio bajo para frenar la inflación se choca con la desconfianza de los sectores que forman los precios. Sin incentivos reales, el campo no liquida, las empresas remarcan y el relato libertario choca con una realidad cada vez más difícil de ocultar.